A horas de haber finalizado su séptima temporada, la serie volvió a dar muestras de un hecho a esta altura innegable: lo bien qué se le dan los finales e inicios de temporada. Todo el ingenio narrativo y de puesta en escena cobra vida en estos casos, y es el principal motor de su numerosa audiencia.
Pero así cómo afloran sus virtudes en los desenlaces, el camino hasta llegar a ellos sigue siendo el mayor problema y lo que cada año hace dudar a más de un fiel seguidor. Claro, hasta que llegan estos memorables momentos.
(De aquí en adelante SPOILERS)
Desde su primer año, allá por el 2010, que The Walking Dead no paró de sumar adeptos, convirtiéndose en uno de los productos televisivos más populares del mundo, tal vez sólo con Game of Thrones como único contendiente a este título. Con una efectiva primera temporada de 6 capítulos, la serie de AMC logró cautivar fanáticos con rapidez.
Con un número tan acotado de episodios, los problemas narrativos llegaron a partir de la segunda, que se extendió a 13 (de ahí en adelante todas tuvieron 16 y se dividieron en dos partes). La decisión de optar por el género dramático en ese mundo post-apocalíptico es algo muy interesante pero que no siempre supo explotar. Tener capítulos enteros sin zombies de por medio y planteando los conflictos existencialistas de los protagonistas, derivó en un puñado de momentos emotivos pero también en un gran número de situaciones absurdas y con aportes insignificantes a la trama. El sueño de que vuelva a tener temporadas cortas (qué bien le haría) es casi utópico.
Es que a la hora de hacer un drama, los matices de los personajes deben ser el hilo conductor y es ahí donde reside uno de los mayores inconvenientes de la serie. Más allá del pequeño grupo que está casi desde el comienzo y tiene ganado el cariño del público (Rick, Carl, Maggie, Daryl, Michonne y Carol) y algún villano de turno (antes el Gobernador ahora Negan), hubo un sinfín de secundarios que pasaron sin pena ni gloria, con los cuáles también se buscó la empatía del público pero sin éxito.
El formato ya conocido de poner lo mejor en el inicio y final de cada temporada y hacer la plancha en el medio (incluso también se adapta al argumento de varios capítulos) desata el fastidio y la bronca de muchos fanáticos. Pero cuando pueden llegar a plantearse abandonarla, la serie vuelve a cautivarlos con grandes cierres como el de la reciente séptima temporada.
Esta última fue un claro ejemplo de lo expuesto anteriormente. Con un comienzo demoledor a partir de la sangrienta introducción de Negan (personaje indispensable a esta altura), el resto de la temporada tuvo apenas algún que otro momento destacable durante el camino hacia el enfrentamiento final, el cuál fue estirado a más no poder.
Recién sobre el final, el nivel volvió a repuntar hasta llegar a un cierre muy bien logrado que tuvo de todo. La traición de los «basureros», la elegante despedida de Sasha y la genial irrupción de Shiva, la tigresa del Rey Ezequiel, demostraron que la habilidad de los responsables de la serie no estaba muerta, sólo reposó durante un buen tiempo.
Otra vez el potente final de temporada servirá de gancho para aumentar la expectativa durante los 6 meses de receso. Cuando llegue octubre, los pecados de la serie habrán quedado nuevamente relegados y la serie habrá vuelto a conseguir tener al público a sus pies. Quizás la culpa es nuestra, con The Walking Dead no aprendemos más.
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